Una nueva cohorte de niños, bautizada como “Generación Beta”, está emergiendo desde 2025, marcada por su relación constante con algoritmos desde el nacimiento. Estos menores verán su educación, salud, emociones e incluso decisiones modeladas por tecnologías inteligentes, encarnando una realidad en la que los algoritmos operan con mayor influencia que nunca.
Mientras crecen, estarán expuestos a sistemas que analizan su comportamiento para adaptar contenidos educativos, recomendaciones sanitarias y estímulos emocionales. Todo ello en un escenario desafiante: afrontan no solo la omnipresencia tecnológica, sino también los efectos de la crisis climática y las estrictas políticas que regulan su entorno.
Los críticos advierten que esta dependencia algorítmica podría limitar la autonomía infantil y reforzar sesgos preexistentes, al delegar en sistemas opacos decisiones cotidianas. Sin embargo, los defensores consideran que estas herramientas pueden mejorar la personalización y la eficiencia del aprendizaje y la salud, si se aplican con supervisión ética.
Este panorama invita a exigir transparencia en los algoritmos e incorporar la educación digital como herramienta protectora. Solo así se garantizará que la “Generación Beta” no solo viva en un mundo inteligente, sino también consciente y seguro.