La salud mental en niños y adolescentes se ha convertido en uno de los principales retos de salud pública en México. De acuerdo con la Secretaría de Salud y organismos internacionales, los trastornos emocionales y conductuales en la infancia y adolescencia han aumentado significativamente en la última década, especialmente tras la pandemia de COVID-19.
Expertos señalan que los problemas más comunes en este grupo son la ansiedad, depresión, déficit de atención e hiperactividad (TDAH), así como conductas de riesgo vinculadas al consumo de sustancias o al uso excesivo de dispositivos electrónicos. La Organización Mundial de la Salud estima que al menos uno de cada siete adolescentes en el mundo presenta algún trastorno de salud mental diagnosticable.
En México, especialistas han advertido que existe un déficit de psiquiatras infantiles y psicólogos clínicos para atender la demanda creciente. Mientras la recomendación internacional es de un especialista por cada 10 mil habitantes menores de 18 años, en el país la cobertura es hasta tres veces menor.
Además, factores como la violencia escolar, el acoso digital, la inseguridad en comunidades y la falta de espacios de recreación segura inciden directamente en el bienestar psicológico de los menores.
Ante este panorama, el gobierno federal ha impulsado campañas de sensibilización y programas de atención primaria en escuelas, pero asociaciones civiles y expertos insisten en que se requiere mayor inversión, así como políticas integrales que contemplen prevención, diagnóstico temprano y acceso a tratamiento.
El tema cobra relevancia en el marco del Día Mundial de la Salud Mental (10 de octubre), pues recordará que garantizar entornos seguros y saludables para la niñez y adolescencia es clave para el futuro del país.