Si existiera una píldora capaz de reducir el riesgo de enfermedades cardíacas, prevenir la diabetes, mejorar el estado de ánimo, fortalecer los huesos y aumentar la esperanza de vida, probablemente sería considerada un milagro de la medicina. Sin embargo, esa “polipíldora” existe y se llama actividad física regular.
El ejercicio no solo mejora la condición física, también es una herramienta terapéutica comprobada. Según el National Institute on Aging y la Organización Mundial de la Salud, realizar al menos 150 minutos semanales de actividad física moderada o 75 minutos de vigorosa contribuye significativamente a reducir el riesgo de enfermedades no transmisibles como el cáncer, la hipertensión y los trastornos metabólicos.
Estudios recientes han demostrado que caminar, nadar, andar en bicicleta o realizar ejercicios de resistencia no solo mejoran la capacidad cardiovascular, sino que también tienen un efecto neuroprotector. Se ha observado que el ejercicio puede estimular la creación de nuevas neuronas en el hipocampo, la región del cerebro asociada con la memoria, ayudando a prevenir o retrasar enfermedades como el Alzheimer.
Pero los beneficios no son solo a largo plazo. Incluso una sola sesión de 20 a 30 minutos puede generar efectos inmediatos: reduce el estrés, regula la presión arterial, mejora el estado de ánimo y estimula la liberación de endorfinas, conocidas como las “hormonas de la felicidad”.
Además, el ejercicio es un factor clave en la salud metabólica. Mejora la sensibilidad a la insulina, ayuda a controlar el peso corporal y regula los niveles de colesterol y glucosa en sangre. Estos beneficios son cruciales en un mundo donde las enfermedades crónicas están en aumento.
Para los adultos mayores, el ejercicio contribuye a mantener la independencia funcional, previniendo caídas, mejorando el equilibrio y fortaleciendo la musculatura. Y en los más jóvenes, se ha asociado con un mejor rendimiento académico, menor ansiedad y mayor autoestima.
No es necesario correr maratones. Actividades simples como caminar a paso ligero, subir escaleras, bailar o realizar tareas domésticas intensas también cuentan. Lo importante es moverse y hacerlo de forma constante.
El ejercicio físico es, sin duda, uno de los pilares más accesibles y eficaces para vivir más y mejor. No tiene contraindicaciones y sus efectos son acumulativos: cuanto antes se empieza, mayores son los beneficios a largo plazo.