Recreación fantasiosa. Fuente: Muy Interesante

En la España del siglo XVI, bajo el reinado de Felipe II, la atención médica se centraba en las boticas urbanas, donde los boticarios elaboraban remedios basados en recetas prácticas, como las que documentó Francisco de Madrid en Valladolid: más de 200 fórmulas reales usadas por familias nobles, especialmente con base en la rosa, en diversas formas —aceites, jarabes, ungüentos y aguas destiladas— que se consideraban calmantes y purificadoras.

Este modelo de farmacia práctica tuvo eco en la Nueva España, donde coexistían saberes médicos europeos e indígenas. Llegaron medicamentos y tratados, pero también se valió del profundo conocimiento local. Por ejemplo, el libro médico más antiguo impreso en América, Opera Medicinalia (1570), del doctor Francisco Bravo, se publica en la capital novohispana y contiene grabados de plantas y esquemas médicos.

Además, los frailes elaboraron guías como el Tratado breve de medicina (1592) de fray Agustín Farfán, que fue de las primeras en América, y que combina medicina textual con tratamientos ancestrales, reflejando una hibridación cultural significativa.

En paralelo, la medicina novohispana aprovechó los saberes indígenas. El herbario de la Cruz-Badiano (1552), redactado por Martín de la Cruz y traducido por Juan Badiano, es otro testigo de este intercambio terapéutico entre tradiciones europeas y mesoamericanas.

Finalmente, la infraestructura médica también se desarrolla: los franciscanos y otros órdenes fundaron hospitales como los de Tlatelolco, el de San Hipólito (el primer manicomio en 1569), y otros para atender a españoles, indígenas y mestizos. La medicina formal se institucionalizó con cátedras en la Universidad, como la de medicina, cirugía y anatomía, incluso ejecutándose las primeras disecciones.

La medicina del siglo XVI en España fue funcional, popular y arraigada en lo simbólico, como lo evidencia el uso común de remedios a base de rosa. En la Nueva España, ese legado se transforma y enriquece al combinarse con saberes prehispánicos, produciendo una medicina híbrida. Desde libros impresos en la capital, hasta hospitales e instituciones formales, la cura de entonces era tanto un acto científico como un puente cultural.

Por Por Redacción / PV

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